lunes, 4 de noviembre de 2013

Vincent Van Gogh: concibiendo el paisaje desde el interior:

Vincent Van Gogh: concibiendo el paisaje desde el interior:

De nuevo en el panorama postimpresionista de Vincent Van Gogh (1853-1890)  recalcamos hoy su carácter autodidacta y su singular personalidad. Es difícil tratar cualquier obra de este artista sin tener que incidir en algún aspecto de su vida personal. Desde sus inicios contrasta con la corriente en la que se le ha encasillado, el impresionismo, por sentir a Millet como el representante y precursor del arte moderno, en vez de al difundido Manet. Además como los artistas del momento, Van Gogh recibió una educación académica, pero poco fructífera. Digamos que su evolución como pintor dependió de su situación emocional del momento. 

Sus muy extendidas obras paisajistas rompen con los modelos del momento. Partiendo del simple concepto de que su pincelada es mucho más brusca que la de sus compañeros impresionistas, sus colores más intensos y sus contrastes de luces más bruscos, tenemos un estilo que desconcertó el panorama pictórico del momento. Es conocida su afición por pintar al aire libre e intentar captar situaciones en las que otros artistas no habían incidido. Un ejemplo de ello es el mistral: un viento frío, seco y fuerte que sopla en torno al norte del Valle del Ródano. Van Gogh entiende el fenómeno como la cólera y la ira de la naturaleza personificadas pero que también renueva el ambiente y se lleva consigo lo yermo para dejar paso a lo nuevo. "Trigal con cipreses" y "Sembrador" son dos obras que nos hablan de este interés paisajista del holandés.  En ambas vemos la incidencia de la idea del sol y la luz impresionista, pero también el reflejo del mistral, un fenómeno contra el que el sembrador no puede luchar y contra lo que los cipreses se retuercen en escorzos difíciles. En estas obras también vemos la influencia de los temas campestres y de la representación de los campesinos como hacía Millet. 
"El Sembrador" Museo Van Gogh 1888

"Trigal con cipreses" Museo Van Gogh 1888


Paulatinamente la pincelada de Van Gogh llega a extremos inconcebibles para sus contemporáneos. Experimenta con colores extremos, curvas y contracurvas imposibles y crea obras fuertes, movidas que transmiten intranquilidad y rompen la serenidad de "Los nenúfares" que Monet había postulado para el impresionismo.  El mejor ejemplo de ello se da en "La noche estrellada" donde no concebimos una noche con oscuros sobre blancos para armonizar la composición, sino una noche donde brilla la intensidad, donde el amarillo resplandece victorioso y devora a la oscuridad, llegando a ser hasta más viva que el propio día. Además introduce elementos de la Provenza como el Ciprés y de la urbe como las agujas de las iglesias, que una vez más toman formas retorcidas para seguir el orden en la anarquía interior del artista. La simbología de las estrellas guarda un trasfondo: Van Gogh concibe los símbolos estelares como místicos, como vehículos que le hacen ir más allá y salir de este mundo terrenal. Por ello las representa nítidas, impactantes, hasta feroces - ganando partido a la oscuridad e iluminando como faroles las angustias interiores del desafortunado pintor. Tal vez, al contemplarlas, pudiese evadirse una vez más de sus muchos traumas y problemas psicóticos originados por el rechazo social que sufría constantemente y por el rechazo a sus obras y estilo propio. 



La noche estrellada. 1889. Óleo sobre lienzo. Museo de Arte Moderno de Nueva York.



Sin duda, donde demuestra su pericia con los colores es en sus "nocturnos". Se trata de una colección donde nos enseña los misterios que guarda la noche y nos transmite como sale a pasear al caer la luz para dejar salir sus problemas junto a toda la serie de personajes pintorescos que la noche conlleva. El mayor ejemplo de ello es su "Café de noche" donde vemos un pequeño local que no cierra hasta el amanecer y es allí donde buscan cobijo los rechazados por el día. Mediante vertiginosas perspectivas nos ofrece a borrachos ahogando las penas sobre las mesas, a camareros que atienden perezosos, dormilones, parejas de amantes... Significando el pecado y el lugar donde se arruina la gente, por eso nos plasma las lamparas de gas con una atmósfera un tanto infernal, cerrada, que ahoga y oprime. Matizada por el contraste de verdes y rojos, siendo colores oscuros y pesarosos. Otro paisaje nocturno propio que se une a este repertorio es el de "café al exterior" que funde la idea de noche estrellada y café de noche, siendo el paso de la libertad nocturna al refugio oscuro. 

"Café en la noche" 1888 Museo Van Gogh

"Café al exterior" 1888 Museo Van Gogh


El Place Lamartine de Arles será el refugio para la desolada alma del artista. El pintor aquila toda un ala de la estructura con el fin de ofrecer refugio a pintores aislados y en la ruina. "La casa amarilla" o "casa de la luz" será la utopía que Van Gogh jamás pudo hacer florecer. Buscaba crear un espacio de colaboración conjunta, donde los artistas pudiesen soñar y motivarse, trabajar juntos, sin ser juzgados ni menospreciados por la sociedad. Además buscaba un fin similar al de Gaudín, convertir este espacio en un "Taller de mediodía" un tránsito del artísta hacia su viaje formativo como pintor hacia el sur. 
Además de las series de "Girasoles" tan mundialmente conocidos que decoran la casa como símbolo de gratitud para el artista, pinta "El dormitorio". Otra de sus famosas obras que representa la propia habitación del pintor por medio de colores complementarios equilibrados con los que buscaba fomentar la creatividad e imaginación. En su búsqueda de la tranquilidad y seguridad, peca de exajerar demasiado la perspectiva. Lo que desequilibra la obra y crea un cuadro carente de firmeza, que además de subcitar a múltiples interpretaciones, transmite movimiento e inseguridad en su disposición, lo que muchos argumentarán como "si la habitación se volcara sobre el espectador". 

"La Casa Amarilla" 1888
"Serie de Girasoles" 1888


"El Dormitorio"

Para finalizar este recorrido de los lugares más profundos de Van Gogh, destacamos "El huerto de los olivos". Tema en un principio religioso que se transforma con su muerte. Inicialmente, pretende recrear el escenario del pasaje bíblico, pero su poco gusto por la representación de temas religiosos  le lleva a crear de nuevo un espacio reflejo de su maltrecha alma. El ambiente está cargado de un profundo terror, pero las formas de los árboles recuerdan a formas humanas, por lo que el paisaje es una pura contradicción. Las líneas están  firmemente marcadas y muy atenuadas, lo que aumenta la sensación de vértigo ya comentada anteriormente por la perspectiva desequilibrada. La composición no presenta un orden ni armonía y eso desconcierta al espectador. Uniendo las características citadas, tenemos de nuevo una obra trascendental, no muy conocida respecto a otras del autor, que nos lleva a una ruptura con los armoniosos y "blanditos" paisajes anteriores, ya que es un reflejo de firmeza y fuerza, de la más pura cólera retenida. El punto clave de la obra es que se dice que es el retrato del paisaje donde Van Gogh acabó con su vida mediante un tiro limpio el 30 de marzo de 1853. Sea como fuere, no podría haber elegido un escenario más contradictorio para su muerte que el que pretendió que fuese una de sus pocas y muy huidas representaciones religiosas.


"El huerto de olivos" 1887
Con este apartado damos por finalizado el ciclo de "concibiendo el paisaje interior". 
Por Fernando Malta Avis a 04/11/2013



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