miércoles, 8 de enero de 2014

¿Es Impresionismo todo lo que pensamos?


El ejemplo más claro de este debate lo encontramos en la obra de Joaquín Sorolla. En 1878 ingresa en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos. Pese a que en estos centros se impartía una formación oficial, gracias a su profesor don Gonzalo Salvá Simbor (1845-1923), que había estado en París, conoce el plein air o la pintura al aire libre y será uno de sus primeros seguidores.
En 1885 gana un concurso y recibe una pensión para estudiar en Roma, donde le acoge el pintor Francisco Pradilla y Ortiz (1848-1921), que le impone el estudio estricto del dibujo. Como no le convence este estilo busca nuevas alternativas y se traslada a París, donde entra en contacto con L’École de Barbizon, gracias a Bastien-Lepagne (1848-1884). Ahí conoce la luminosidad de las obras y el realismo social que luego él representará.
Está claro que Sorolla conocía el impresionismo, pero la manera en la que afronta la composición y el movimiento en sus obras marca una diferencia con este grupo. Esta parte está más influida por el estudio de Velázquez y Goya, destacando en muchos de sus cuadros la diagonal barroca que aporta movimiento.
Sin embargo cuando expone en 1895 en París la Vuelta de la pesca y Trata de blancas, críticos de arte como Roger Marx o Emile Cardon destacan su carácter impresionista.
Vuelta de la pesca

Trata de blancas

En 1897, con su obra Cosiendo la Vela, Schefer asegura que la obra de Sorolla es “impresionismo del bueno, la naturaleza misma”.
Cuando en 1899 expone en Madrid esta obra junto a Comiendo en la barca, se dice que la luz es un tema principal en su obra, y Francisco Alcántara dice que son “impresiones bellísimas”.
Algunos autores como Aureliano de Beruete destacaron cómo Sorolla “vio pronto y con gran sagacidad lo que hay de bueno y de verdadero en el Impresionismo, y él lo asimiló inmediatamente”.
Cosiendo la vela.

Comiendo en la barca.

Sin embargo él mismo rechazaba esta corriente, como escribía en una carta a su amigo Gil Moreno de Mora desde París en 1894: “Sigo el camino normal de la pintura genuinamente española, cerrando los ojos y los oídos a todo impresionismo  y puntismo, beatos nosotros que aquí no tenemos esa plaga de holgazanes”.

Este deseo de conectar la pintura de Sorolla con el Impresionismo se acentuó tras su muerte cuando la crítica española forzó una interpretación del impresionismo como un movimiento que hundía sus raíces en las tradiciones pictóricas nacionales, de las que los franceses se habían inspirado.  En su obra El Impresionismo español (1995), Camón Aznar dio coherencia histórica y fundamentos a la identificación de la pincelada suelta, el estilo de boceto y la captación de la luz y el movimiento, elementos que él asociaba a la tradición española, con el Impresionismo internacional.

En 1974 la Dirección General de Bellas Artes organizó la exposición El Impresionismo en España, que ayudó a aclarar este debate. Gaya Nuño habló de “plenairismo” para referirse a un fenómeno amplio que tenía preocupaciones estéticas comunes, pero que no podían ser confundidas con los hallazgos del grupo impresionista. La colocación de Sorolla en este grupo sirvió para distanciarlo de las preocupaciones impresionistas y hacer de la luz mediterránea el modo de entender su pintura. De esta manera se extendió el término luminismo.
De todas maneras el término impresionista se ha seguido utilizando para calificar a pintores naturalistas que estaban fascinados por la luz y el color.


Actualmente diversos trabajos cuestionan la existencia de una única vía, la del impresionismo, para explicar la modernidad y la ubicación de Sorolla en esta. No es necesario ser impresionista para ser moderno. El naturalismo practicado por diversos autores de diferentes nacionalidades durante el cambio de siglo, entre los que se encuentra Sorolla, no tiene porqué verse como una vía que sigue la estela del impresionismo, sino como otra opción plenamente moderno. 

Por lo tanto tenemos que cuestionar los cuadros que observamos, y no añadirlos a una corriente determinada solo porque tenga sus características. El Impresionismo no solo queda definido por la espontaneidad, la luz y el trazo ligero, sino también por el grupo que se consideraba impresionista y compartía unos ideales, una manera de entender la pintura y la sociedad.

Carmen Grijalba Peña. 

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